A lo largo de su brillante carrera, Winston Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.
Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
Winston Churchill es de esas grandes figuras, que continúa ocupando un lugar destacado en la actualidad. La influencia, las predicciones y las célebres frases de este polifacético político, militar, escritor y periodista siguen latentes en el imaginario de los líderes y filósofos contemporáneos. Este británico logró cambiar la historia más allá de los límites de su nación y llevo al mundo a la paz con la victoria del ejercito aliado contra el nazismo.
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El legado de Churchill no es solo político, también se dedicó al periodismo y a la pintura, contribuyó a otras artes como la literatura con 60 libros históricos y biografías. De hecho, la excelencia de sus discursos, así como su dominio de la descripción histórica y biográfica, le valió a Churchill en 1953 el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca.
Autor: César Ferrer
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